Más del 60% de las personas mayores de 15 años utiliza gafas en España. Yo soy una de ellas, aunque lo cierto es que hasta ahora solo me las ponía para conducir o para usar el ordenador. Pero mi situación ha cambiado: hace unas semanas empecé a notar que ya no veía bien en distancias largas (especialmente cuando iba con el coche), y una visita a la óptica confirmó que mi graduación había aumentado; ahora lo recomendable es que siempre las lleve puestas, así que tuve que hacerme unas nuevas. Este proceso coincidió con la llegada de una nota de prensa: VisionLab presentaba sus nuevos cristales creados con inteligencia artificial (IA). A priori no es algo que me sorprendiera, ya que a diario recibo información de todo tipo de marcas que están apostando por esta tecnología; está de moda y todos quieren subirse al carro. Pero la realidad es que, de momento, no siempre encuentro utilidad a este añadido y muchas veces no sé hasta qué punto aporta algo con respecto a lo que ya hay o es simplemente un reclamo de marketing.

IA para las gafas progresivas

Con las gafas, me puse a investigar: por lo que pude averiguar, hasta ahora se han dado ciertos acercamientos entre el mundo de la óptica y la IA centrados en mejorar el uso de lentes progresivas, aunque no es algo muy extendido: lo hacen las lentes Varilux XR Series o las B.I.G VISION FOR ALL de la empresa alemana Rodenstock. Lo que estas opciones tienen en común con la propuesta de VisionLab es que utilizan bases de datos con la información de miles de usuarios para determinar cómo deberían ser las lentes para adaptarse a las necesidades únicas de cada persona. ¿Qué beneficios tiene esto? La teoría dice que con esto se consigue una visión más nítida y sin distorsiones, una mayor zona de visión en los bordes del cristal y una experiencia visual más cómoda.