Mu­ñoz Concepción le falta algo desde la noche del 30 de marzo de 2021. En su corazón siente un vacío provocado por la muerte de su primogé­nita, Elisa Muñoz, la jo­ven que acababa de salir de evangelizar en Villa Altagracia y murió jun­to a su esposo, Joel Díaz, tras un ataque a tiros por agentes policiales.

Cada vez que la men­ciona, la imagen de la ri­sueña y alegre chica de ojos saltones y cabello on­dulado que se asienta en su cabeza, concluye con un suspiro. La razón es el nudo que se forma en su garganta tratando de evi­tar las lágrimas que, como señaló durante una entre­vista con periodistas de es­te medio, guarda en su co­razón.

Pero la necesidad de mostrarse vulnerable no pudo con él y los ojos rojos se desahogaron entre pala­bras y llanto: “Siempre he dicho que mi hija, para mí, es demasiado, y fue muy importante; (ella)lo era to­do”.

Su vida ha cambiado des­de aquel día; no ha vuelto a ser igual después de ese in­cidente que lo ha afectado hasta en su vida familiar.

“Una cosa es esperar la muerte de alguien con una enfermedad terminal y otra es que te maten a una hija joven y emprendedora que tenía un futuro por delan­te, una pareja como Joel y Elisa que estaban inician­do una vida, donde ellos no pudieron siquiera dejar un hijo, no les dieron la opor­tunidad”, dijo, dando forma a un tormentoso lamento.

Marino Muñoz y Eméri­ta Marte anhelaban que su única hija les regalara un nieto. Desdichadamente, indicó, “la Policía me privó de eso”.

Pero también privó a “mi confidente y mi todo” de desarrollar uno de sus sue­ños: ayudar a los jóvenes.

Ha sido todo un año y casi dos meses que no sa­be cómo describirlos. Le hacen falta sus llama­das, sus notas de voz, sus muestras de amor y cariño diario, especialmente en su cumpleaños y el Día del Padre.

Espera eterna
Y la espera de justicia se extiende, acrecentando el dolor de la ausencia de su primogénita. Entre apla­zamiento y aplazamiento, será el 9 de agosto cuan­do oficialmente se inicie el juicio preliminar, luego de que en dos ocasiones la audiencia fuera pospuesta y con largos plazos de es­pera. La primera fue para que no coincidiera con las vacaciones de algún servi­dor del tribunal, cosa que le causó mucha impotencia; mientras que la segunda es dando oportunidad a que dos de los acusados bus­quen nuevos representan­tes legales.

Estas acciones las ve co­mo tácticas dilatorias para retrasar el proceso y que la gente se olvide del caso.

“¿Adónde vamos a lle­gar? ¿A dejar que siga exis­tiendo una dictadura mo­derna en el país, donde la policía, a plena luz del día está matando a los jóvenes, está matando el futuro de la nación?”, cuestionó Ma­rino, quien considera que si el pueblo continúa callado las situaciones con la Poli­cía Nacional prevalecerán. Ante estas circunstancias, invita a la comunidad cris­tiana, a las instituciones que tienen que ver con todo es­to y a la sociedad en gene­ral para que no se vuelva a repetir, “porque la gente no se ha dado cuenta que a la policía se le ha importado lo sucedido”.

Además, pidió la inter­vención de la procurado­ra Miriam Germán, si está dentro de sus posibilidades. A la vez, apela a la com­prensión de las autorida­des y, en especial, del pre­sidente para que se pongan en su zapato y busquen las formas efectivas para que el actuar de los responsables del orden y la seguridad ciudadana mejore.

“Entiendan que yo soy un padre de familia, yo no soy un delincuente y que me quitaron un ser precia­do”, dijo acongojado.

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Incomodidades
“La justicia aquí yo no la entiendo”, porque habiendo pruebas, evi­dencias, videos y testi­monios aún no se inicia formalmente el juicio preliminar; mientras que por delitos meno­res se envían a personas a cumplir condenas en cárceles.

Además de que el apla­zamiento de marzo a mayo fue para evitar que la audiencia coinci­diera con las vacaciones de la jueza, según Ma­rino, otra situación in­cómoda para la familia fue escuchar a la defen­sa de los acusados refe­rirse a su hija como “su­puesta víctima”.

“Si es supuesta víctima, ¿qué hacemos en un juzgado?”, se preguntó. Con ironía expresó que le costaría llamar a su hija y decirle que regre­se porque ella está “su­puestamente muerta”.

Pese a todo esto, Mari­no expresó que ni el go­bierno, ni políticos, ni la Policía, ni nadie po­drá detenerlo en su lu­cha hasta que el mallete dicte un veredicto justo contra los responsables de la muerte de su hija y Joel Díaz.